Así es cómo me di cuenta que mi vida y quizás la de muchos de ustedes también, gira alrededor de la tecnología. Ya nos acostumbramos a ella y practicamente tenemos una dependencia. Muy similar a una anécdota que tuve en mi trabajo hace unos meses cuando se fue la luz y por consiguiente la mayoría de computadoras, no había servidor y una significativa para de dos horas. Algunas cosas tan insignificantes o banales como entrar a nuestras redes sociales favoritas, las cuales nos generan adicción y logran que al no poder acceder durante un largo período nos ocasione malestar, disconformidad, ansiedad, entre otras cosas. Quién diría hace solo 5 años atrás que no podríamos vivir sin Facebook o Twitter, que no podamos soportar un fin de semana sin ellas, como si varias décadas atrás nuestras parientes no hubieran podido sobrevivir con el poco (o nulo) acceso a las tecnologías de información y demás bondades que disfrutamos en esta era.
La tecnología también nos ofrece mayor facilidad en comunicación y obtención de información, al instante y desde cualquier parte del mundo. Durante este fin de semana que no pude entrar a internet, ocurrió un temblor, a diferencia de otras ocasiones, no pude tener la información del epicentro, magnitud y profundidad con la inmediatez que buscaba; por si fuera poco, mediante Twitter me informaba de estadísticas de Londres 2012, las cuales no pude tener acceso gracias al mal servicio de Telefónica del Perú. ¿Algunas disculpas del caso? No. Eres un cliente más y punto. Evidentemente el monopolio de telefonía que ellos poseen en país no contribuye a que siquiera se preocupen por brindar una mejor atención.
Volviendo al punto, la tecnología, como todo, tiene pros y contras. Supongo que la mayoría coincide que tiene más ventajas que desventajas pero creo además que debemos ponerle un límite, que no dependamos de ella, que nos guardemos un tiempo para nosotros y que no estemos todo el día pensando en qué habrá puesto en su perfil tal persona, o que debamos subir una foto de dónde estemos; claramente también estamos perdiendo la privacidad. En el aspecto laboral sucede algo similar ya que los ejecutivos están pendientes día y noche de su Blackberry (o smartphone en general), esperando alguna llamada o revisando constantemente sus correos electrónicos. Todo esto nos acerca muchísimo a la información y a la comunicación inmediata pero sería bueno que reconozcamos que cada vez más dependemos de la tecnología.