Definitivamente uno de los momentos más tristes y una de las decisiones más complicadas de mi vida. ¿Cómo entender qué es lo mejor? ¿Cómo entender que no hay forma de que se recupere? Que no vale la pena hacer sufrir a alguien que no podrá volver a ser como antes y que su esperanza de vida es muy baja. Es realmente complicado. La muerte de un ser querido y de nuestras mascotas es un impacto muy duro. Y más aún si la decisión de cortarlo "por lo sano" pasa por nosotros, una decisión más humana que clínica.
Hoy ha sido uno de los días más tristes en mi vida. Mi familia y yo decidimos que se le practique eutanasia a mi perrita Almendra. Estaba ya muy decaída y hace varios días que ya no comía. La llevamos al veterinario y luego de unos análisis, los resultados arrojaron que su sistema renal había colapsado y que estaba muy grave por lo que las opciones de tener una vida normal eran nulas. Debía seguir un tratamiento de aquí en adelante y aún así no se podía garantizar nada.
Me daba mucha pena verla tan decaída, que no quiera comer (como siempre había querido hasta por demás) y que solo se dedicara a dormir. Cuesta asumirlo. Cuesta demasiado. Pero no valía la pena que siga viviendo así y lo mejor era que pacíficamente descanse en paz y no porque su organismo ya no pueda más.
¿Ustedes qué harían si ya superan que van a morir? Podrían planificar lo que más les gusta y disfrutar cada minuto. Pues eso hicimos con Alme. Si bien ella no puede elegir, le dimos un tour por los sitios que más le gustaba estar, en la casa y en el parque. A pesar de lo mal que se podía sentir, quisimos que disfrutara lo más posible, dándole todo el cariño posible hasta el último segundo.
Luego de su deceso, la llevamos a cremar. Allí le dimos una última despedida y esperamos que terminara el proceso. En ese lapso, mientras esperábamos, se acercó corriendo Pascual, un shit-zu (su misma raza) hacia nosotros. Incluso se trepó al sillón donde estábamos para que le hiciéramos cariño. Fue muy curioso porque bajó las escaleras y se vino de frente hacia nosotros, como si nos conociera de hace muchos años. Pienso que fue el alma de Almendra que quería despedirse por última vez.
No pude terminar de escribir este homenaje sin derramar algunas lágrimas. Estos casi 12 años han sido increíbles y me has llenado de una felicidad indescriptible. Me has ayudado en muchos sentidos y has sido una espectacular compañía. Nunca te voy a olvidar y te extrañaré muchísimo Alme.
Descansa en paz Alme, te lo mereces, has sido una gran hermana.